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En el lio de ser madre.

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Una carta certificada

A todos nos hace ilusión, cuando suena el portero, y preguntamos: “¿Quién es?”, y contestan: “el cartero”.

Nos embarga la emoción pensando, ¿qué traerá? y ¿quién se ha acordado de mí? , pero cuando abres la puerta, y te dice: “Carta certificada”….te cambia el semblante por completo, el mal rollo se apodera de ti en apenas un segundo…carta certificada, es sinónimo casi al 99% de marrón asegurado, no sabes qué será, ni por donde te va a caer, pero tienes claro que no te va a gustar.

Así que con el pulso tembloroso, e intentando disimular, firmas y te despides del cartero.

Ya a solas, miras la carta, decidiendo si quieres leerla después o antes del desayuno, que es mejor que te revuelva el café, o que te haga un nudo y ya no desayunes….

Ya de perdidos al río, y la abres: “Excelentísimo Ayuntamiento”, empezamos mal, de un Ayuntamiento, seguro que no es una felicitación, ya hueles a que te van a pedir dinero.

Y efectivamente, vas leyendo, y he aquí una multa…esto puede ser hasta normal, no tanto, si la multa es de la Ciudad de Sevilla, y una, no ha tiene el placer de conocer dicho lugar.
Desde luego, tiene un color especial, y unos policías, muy acertados apuntando los números de matrícula, que según ellos, el mío se encontraba mal estacionado un 2 de julio…

Suerte que ese día, fue el fatídico momento de incorporación al trabajo, después de mi baja maternal, y que puedo demostar que mi vehículo y yo, nos encontrábamos a kilómetros de distancia de dicha infracción…ahora toca recurrir, y perder mi tiempo y mi dinero en reclamar, y esperar, por supuesto, que se acepte.

Esto me hace pensar, que si llego a estar de baja, y no puedo probar que mi coche no estaba en Sevilla, se queda una bastante indefensa, y con cara de tonta durante meses, por tener que pagar una multa que no es tuya.

En fin, esperando que el Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla, rectifique, que errores tenemos todos, y mientras se corrija, solo quedará en una mala digestión.

Eso sí, si me decido a ir a conocerla, procuraré aparcar correctamente en sus calles.

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Mamá: ¡dame un biberón!

Seguro que los expertos tienen una explicación, que hay estudios al respecto, que me podrían enumerar las causas de ello, pero al final, el resultado sería el mismo: cucharita prefiere el biberón.

Y ahora, me podrían decir, que no se engancha, que no tengo leche, y otras muchas opciones…pero nada de eso es cierto….Yo sigo igual, pero ella, desde que tuvo que comer en biberón, por mi incorporación al trabajo, y por la entrada prematura en su dieta de los cereales, para mejorar su reflujo, paulatinamente, se ha ido inclinando por el bibi, sobre todo en tomas diurnas…

Poco a poco, ha ido rechazando el pecho, hasta que esta madrugada, de forma categórica e inesperada, se ha negado a tomar la toma nocturna, ha llorado, renegado , pegado manotazos al pecho, echándose hacia atrás, hasta que me he levantado a darle un biberón…

Aunque pueda sonar prepotente, no es mi primer hijo, sé lo que es una lactancia, lo que es dar el pecho.
Tenedor se negó al biberón, esperaba estoicamente sin comer, hasta que llegaba del trabajo, y entonces se abalanzaba sobre mí, hasta quedar saciado, y dormía plácidamente. Fue así hasta los diez meses aproximadamente.

Cucharita, nunca ha disfrutada del momento de la comida, y ahora, está dejando claro que prefiere comer en biberón. No sé si por el reflujo o por otras causas, pero la lactancia ha sido poco o nada satisfactoria para ambas.

Y en esta tesitura, puedo elegir entre ponerme todo tipo de carteles de culpabilidad, frustraciones, tristeza, y semejantes, o aceptar la situación, y comprender que todo niño pasa por el proceso del destete antes o después…y a mí, me ha tocado en esta ocasión, antes…puede, que demasiado antes…

¿Disfrutar de la lactancia?

Este no es un post, sobre si es mejor pecho o biberón, de esos, ya hay muchos, y demasiadas discusiones al respecto, en mi opinión absurdas y que no conducen a nada.

Si os preguntáis cuál es mi postura, brevemente os diré, que creo que la leche materna, r es lo mejor para el bebé, pero en caso de no poder o no querer, en este siglo XXI, hay alternativas que garantizan que el bebé crecerá de forma saludable, así que cada una que haga, lo que le parezca, y dicho esto, a lo que venía a contar.

Si bien, no hay dos partos iguales, tampoco dos lactancias, al menos en mi caso.

Con ambos tuve una subida de leche espectacular, mastitis, y dolor, mucho dolor, además de grietas y heridas en los pezones y aureolas, que no hubo Purelan, que las evitara, y con los dos se me cayeron los lagrimones y tuve que morderme el labio, mientras succionaban, y las heridas permanecían.

No fue fácil, requiere paciencia, aguante y sacrificio, pero si se superan esa semana más o menos del terror, luego todo mejora, desaparece el sufrimiento, las molestias, y el momento de alimentar a tu pequeño deja de ser una tortura. He de decir, que con cucharita, las grietas fueron menores, aunque por ello, no menos dolorosas.
Tenedor se enganchó perfectamente, y hacía sus tomas relajado, tranquilo, pausado, era un gusto observar como comía, hasta quedarse dormido , entonces soltaba el pezón, y con una carita de satisfacción plena, se dormía en mis brazos, y me encantaba mirarlo, quedarme así durante un buen rato, los dos, solos…

Lo peor, que no supe controlar mi producción de leche, así que, o tenía a Tenedor o al saca leches, y un congelador lleno de bolsitas de tan preciado líquido.

Cucharita, también se ha enganchado perfectamente, pero a diferencia de su hermano, comía llorando, histérica, pataleando, arañando y pellizcando mi pecho, nunca pausada, sino a trompicones, gimiendo, ansiosa…
Mi pediatra me decía, que sería porque era nerviosa, otro médico al comentarle, que la pequeña no se relajaba al comer me dijo: «los bebés comen para alimentarse, no para relajarse».

Y lo peor, es que si hubiera sido primeriza, puede que me hubiera conformado con esa explicaciones, pero yo sabía que algo no iba bien.

Finalmente cuando Cucharita, empezó a no coger el peso óptimo, me hicieron caso, y como yo intuía, tenía reflujo.
Con la medicación ha mejorado mucho, ya no me araña, ni llora cual posesa, aunque tampoco, come relajada y en sus cuatro meses, NUNCA, se ha dormido al pecho de día, eso solo lo consigue en las tomas nocturnas.

Así que lactancia, no está siendo un momento íntimo y de conexión entre ambas, sino un modo de alimentación, que no parece disfrutar, y que seguiré manteniendo mientras pueda, porque creo que es beneficioso para ella.
En esta ocasión mi congelador está vacío, aprendí a domar mi pecho, no sin dificultad y dolor, porque no quería ser esclava del saca leche.

No sé si he hecho lo correcto, ahora me extraigo, para los momentos en que tengo que darle cereales, para ver si mejora del reflujo, pero carezco de reservas, y confieso que por momentos me he sentido egoísta.
Y aunque las tomas no sean ese momento mágico que se presupone, gozo con ella, en otros muchos, cuando jugamos, cuando me regala una sonrisa, que no tiene igual, y cuando se queda dormida en mi pecho, y yo embobada mirándola, y no quiero soltarla por nada.

Así que, no siempre la lactancia es lo que se espera, ni es oro todo lo que reluce,.
Señoras, señores, disfrutemos de nuestros retoños, que crecen rápido, muy rápido, cada cual a su manera, y con respeto, que aquí lo que cuenta no es el ego personal de los progenitores, sino la felicidad de los pequeños.

Con los dos en casa….

Si algo estoy aprendiendo, desde que llegó cucharita a nuestras vidas, es que no puedo con todo, y que al menos por el momento,  es difícil llevar el mismo ritmo, que cuando solo estaba Tenedor.

Qué el tiempo es relativo, y que no pasa nada, si se lavan los platos unas horas más tarde, se barre a horas insospechadas, se plancha en algún momento indefinido, se quita el polvo, ¿se quita el polvo?, se ponen lavadoras al libre albedrio, y se duerme…se duerme cuando te dejan…

Que es una etapa en la que debo ser más flexible conmigo misma, que no debo exigirme tanto, y que es mejor, respirar hondo, relajarme e ir haciendo lo que pueda, y sobre todo, disfrutar de la muñeca, mientras la escasa baja por maternidad, me lo permita.

Y sé, que tengo abandonado el blog a su suerte, y que comento poco, leo menos, y eso me molesta, pero, también sé, que será temporal, y volveré al redil.

Que si ser madre, se antojaba complicado, serlo por segunda vez, sube el nivel de dificultad del juego, y que hay que pasar muchas pantallas para superar obstáculos, conseguir mejorar tus capacidades y salir victoriosa de los retos.

Y que cuando todo parece en contra, y ambos lloran a la vez, cuando uno duerme y el otro se despierta, cuando das la toma y el otro patalea para que juegues con él, o simplemente patalea porque sí, cuando una mano sujeta la bebé y la otra acaricia al mayor para que se duerma, cuando tienes que salir de casa, y justo mancha el pañal y el mayor tiene que hacer caca, cuando los dos te necesitan al mismo tiempo, y no sabes dónde acudir primero, cuando todo parece imposible de resolver, solo te queda, parar, confiar en que es posible, y reponer fuerzas con un abrazo y un te quiero de Tenedor, y con la tierna sonrisa que cucharita me regala.

Porque cuando el cansancio me posee, cuando las ojeras se convierten en una parte más de mi rostro, cuando ya no sé si voy o vengo…ellos son mi brújula, mi antídoto para el agotamiento, mis vitaminas para seguir…

Y es cierto que la maternidad, a veces, tiene esas cosas extrañas, y nuestros hijos son al mismo tiempo la enfermedad y la medicina, los que nos llevan hasta la extenuación, y los que nos dan la fuerza necesaria para seguir, los que agotan nuestra paciencia, los que nos llevan hasta el límite, y a la vez, nos proporcionan una felicidad indescriptible, nos hacen querer ser mejor personas y no nos dejan rendirnos…

Así que, si sobrevivo a la adaptación, volveré a estar presente en todas mis facetas, como madre, mujer y persona, a partes iguales, porque eso, es lo que somos…

 

A punto de ser madre.

Parecía que no iba a llegar, que nueve meses son muy largos, sobre todo cuando esperas que pasen…pero ya estoy aquí, en la recta final de mi embarazo.

Han sido ocho meses de sensaciones únicas, esas, que solo sientes cuando estás embarazada, y no todas agradables, las nauseas, los mareos, la ciática, calambres,  y demás, me han proporcionado más de un momento duro, pero compensado,  con saber que dentro de mí, se está formando una vida…una personita con sus dos manitas, sus pies, cabeza, corazón y resto de órganos, y por mucho que lo pienso, me parece increíble, que todo eso suceda en mi interior, mientras yo continuo con mi rutina …desde luego, una de las maravillas de la vida, un hecho extraordinario, que una , debe intentar disfrutar al máximo, aunque no todo sea un camino de color rosa.

Y a pesar de que no soy primeriza, a estas alturas, me siento un poco así….me da pánico el parto, supongo que con más razón,  porque ya sé como es…estoy nerviosa porque todo salga bien, y que  cucharita esté en perfecto estado.  El tema logístico va atrasado, y ya me están entrando los nervios, y la necesidad de tenerlo todo listo para cuando llegue.

Me pregunto, qué aspecto tendrá, si sabré volver a tener a un bebé en brazos, cambiar pañales, si esta vez me libraré de la mastitis, cómo será ser madre de una niña…

Me pregunto, cómo me las arreglaré con los dos, si seré de capaz de atenderlos, de repartir mi tiempo, mi atención, mi amor, sin que ninguno de los dos se sienta abandonado…

Me pregunto,  cómo será nuestro día a día,   con uno más en la casa, cómo asumiremos nuestros nuevos roles, cómo nos adaptaremos a ser cuatro…

Me pregunto, cómo cabremos en la casa, cómo nos vamos a organizar, cómo conseguiremos tener todos un espacio vital.

Me pregunto,  cómo Tenedor va a comportarse,  cuando su hermanita esté con él, si seguirá tan entusiasmado, si se sentirá en segundo plano, si sabré gestionar sus celos,  prestarle la atención que merece…

Me pregunto,  si tendré la misma energía con ella que con Tenedor, si le dedicaré el tiempo suficiente, si podré jugar lo mismo con ella, si podré tener la misma dedicación a sus necesidades, si dispondré de suficientes horas ,  si estoy preparada para ser madre otra vez…

Me pregunto, si seré equitativa, imparcial, objetiva, si ambos recibirán mi comprensión por igual, si seré justa con ellos, si conseguiré que ambos,  se sientan igual de queridos…

Me pregunto, si podremos asumir todo lo que conlleva educar a dos niños, no solo en su infancia , sino más allá en el tiempo, qué clase de futuro les espera, qué mundo les quedará…

Me pregunto tantas cosas, que nadie diría que ya soy madre…me pregunto  cuánto falta para el gran día, deseando que no se retrase, porque a pesar de tantas preguntas, todos tenemos claro, que queremos empezar a descubrir las respuestas.

 

 

¡Otra vez primeriza!

Cuando eres madre primeriza, te asaltan dudas, miedos, incertidumbre…todo es nuevo, desconocido. Yo recuerdo,  que leí todo tipo de libros al respecto del embarazo, de humor, desde un punto de vista psicológico, físico…tenía una necesidad extrema, de obtener información que me ayudara en mi camino.

Casi cuatro años después, piensas que todo eso está superado, que tienes la información suficiente, que la experiencia te avala, pero nada más lejos de la realidad…al menos en mi caso.

He vuelto a ser una madre primeriza, cierto  es, que me he saltado la parte de la lectura, que ya no tengo ciertas dudas, que lo desconocido, se ha hecho familiar, pero los miedos…esos, esos, siguen ahí…. La incertidumbre de si todo  va bien, me visita con frecuencia, los nervios,  cada vez que voy a una ecografía me invaden, en  la de las 20 semanas, me descubrí aguantando la respiración, mientras la doctora,  contaba si tenía todos los dedos de manos y pies…

Me sigo preocupando si se mueve poco, si noto un dolor, si algo me parece,  que se sale de lo que yo recuerdo como normal.

El parto continua siendo un momento temido, ya no, por si no voy a saber distinguir las contracciones, creo que esas no se olvidan, pero sí, porque ya sé lo que me dolió, lo que pasé con los puntos…pero también deseo que llegue, porque ver a tu bebé por primera vez, es una de las sensaciones más especiales de la vida.

Mantengo la ilusión de preparar su llegada, aunque por el momento, me contengo, y no le estoy comprando cositas , y eso que al ser Cuchara, todo es nuevo para mí, observo las estanterías de ropita de niña con deseo…

Y si algo está siendo diferente en este embarazo, no son las nauseas,  que esas me siguen acompañando, al igual que el anterior, sino el poder compartirlo con Tenedor.

Me encanta la ternura con la que mira mi barriga, como la acaricia y le da besos, como le habla a su futura hermanita. Nunca olvidaré el brillo de sus ojos, y la sonrisa que iluminó su rostro cuando vio al bebé en la eco, un televisor mágico, me decía.

Me encanta buscar un nombre para ella, todos juntos, escuchar como hace planes, sus ideas para la preparación del rinconcito de su hermanita…parece tan feliz!

Así que aquí estoy,  viviendo el momento como madre primeriza, con la inquietud de cómo saldrá todo, con una dosis de miedo inevitable,  con algo de serenidad añadida por la experiencia, y contando los días que quedan,  para poder sentir el calor de mi cucharita sobre mi piel.

Está claro que da igual si ya eres madre, cada vez, es casi como la primera…

El tiempo aprieta, pero no ahoga.

El tiempo, es algo relativo, y no transcurre para todos igual. Hay días que se nos hacen eternos, y otros,  se nos pasan volando, y ambos,  han durado 24 horas.

Cuando te haces madre, la relación con el tiempo se convierte, en amor, odio. Puede ser tu mejor aliado, o tu peor enemigo. Dependes de él para todo, y vives supeditada  a sus antojos.

Me he dado cuenta,  de que mi concepto de él ha cambiado, y ya no volverá a ser el mismo. Lo necesito,  para poder llegar a cubrir las tareas obligatorias, y además,  para diferentes facetas de mi misma, y la mayoría de las veces, se me agota antes,  de haber cubierto todas mis necesidades.

Entre ellas, una de las que priorizo, es la de poder educar a mi hijo, estar con él, ser yo,  la que pase horas a su lado, la que le recoja del cole, le lleve al parque, le bañe, le de la cena…

Pero trabajando, eso no siempre es posible, es aquí,  cuando te encuentras la primera gran utopía social:¡¡¡¡ Conciliación!!, jajajaja, me da la risa floja, mientras me tiemblan las piernas, y se me ponen los pelos de punta, pensando,  cómo voy a compaginar el trabajo, con mi hijo.

Después de mucho meditar,  y números, de suma y resta, decidí, que la única solución posible, era reducir jornada. En una empresa,  en la que se trabajaba  de nueve a siete (digo, trabajaba, porque todo es susceptible de cambio, y ahora es peor, de ocho a ocho) poco iba a ver a Tenedor, casi, solo para acostarlo. Pensé,  que yo no había tenido un hijo para eso, y solo la idea,  de estar todo el día separada de él, me producía ardor de estómago.

Así que me acogí  al turno de  nueve a  cuatro.  Un horario,  más compatible con la vida familiar, a cambio de renunciar a parte de mi  sueldo, de mis  posibilidades dentro de la empresa, y de estar, en muchas ocasiones, en el punto de mira de los  compañeros.

Aún así, los imprevistos, casi  siempre son en contra, y nos sabes,  de donde sacar horas, para cubrirlos. Por no hablar,  de cómo salir airosa,  de las vacaciones de la guardería, o del colegio.

Todos son retos, pruebas,  que hay que ir superando día a día, porque como las pienses todas de golpe, te puede dar un colapso cerebral, y no ser capaz,  de encontrar salidas viables.

Esta,  es la segunda semana, que por necesidades del departamento, estoy trabajando de 12,45h a 20,00H….si, tal y como lo veis, un horario ideal para la vida con los pequeños.

Genial, para poder estar presentes en su día a día.  A pesar, de mi desagrado total, y de lo mal que lo llevo, de lo que me descuadra,  todas las rutinas a las que ambos,  estamos acostumbrados, a pesar,  de que llego para comérmelo a besos,  camino de la cama, a pesar,  de solo poder estar con él,  aproximadamente una triste y miserable  hora  y media, repartida entre la mañana, cuando lo llevo al cole, y el momento de la noche, a pesar de todo, me tengo que sentir afortunada, de que es solo, un momento puntual.

No quiero ni imaginarme que fuera así siempre. Sin ir más lejos, es el caso de su padre, con horario de tarde/noche  y de muchas otras personas.

Supongo que al final,  de todo se sale, y deberemos confiar en nuestra astucia, sacrificios, y renuncias,  para poder compaginar, trabajo, hijos, vida, con el menor número de daños colaterales posibles,  porque no podemos estar esperando,  a que esto importe a las empresas, y/o gobiernos.

Esto son lentejas, así que  si hay que comerlas, vamos a cocinarlas, lo más sabrosas y nutritivas,  que nuestra imaginación alcance.

 

 

 

¡Soy madre y me quejo!

¿Es innata la queja, a la condición de madre?

De hecho, empezamos a quejarnos antes de serlo, nos quejamos  de que: nos ha costado quedarnos embarazas, de que tenemos nauseas, de que engordamos, de que no encontramos ropa adecuada, de que el feto se mueve mucho, o poco, de que nos cuesta estar sentadas, de que nos cansamos de estar de pie, de que tumbadas,  nos damos con la posición. De que no podemos atarnos los cordones, de que no nos caben los zapatos, de que ni hablar de depilarse, de que el embarazo se hace largo, de que duelen las contracciones, de que nos falta el aire, de que tardan en ponernos la epidural.

Una vez que nace, nos quejamos de que:  llora mucho, duerme poco o demasiado, de que no se engancha al pecho, de que la leche me sube en exceso, o es escasa  y se queda con hambre. De que no quiere el biberón o el chupete, o solo quiere esas cosas.

De que tenemos sueño, grietas, dolores de espalda. Nos quejamos de que no crece, o de que lo hace demasiado rápido, de que dice papá, antes que mamá.

De que no come, o no para de hacerlo. De que tarde en gatear, caminar, de que le cuesta hablar, o  nunca está callado.

De que no dormimos, no tenemos tiempo, perdemos intimidad, autonomía, independencia.

Nos quejamos de que conciliar es una falacia, de que es un término de diccionario con poca aplicación práctica. De que trabajar se convierte en un reto diario.

De que educar es difícil, de que el peso de la responsabilidad nos contractura, de que todo cambia.

Y me consta, que desde fuera,  esto puede dar una imagen equivocada de la realidad, puede parecer que renegamos de nuestra condición de madres, pero al menos,  en mi caso, es una forma de desahogo, de descarga, de relativizar todo lo nuevo que nos ocurre.

Puede parecer un insulto, para aquellos, que  buscan  ser padres  y no lo consiguen, igual que quejarse de nuestro trabajo, cuando hay millones que no lo tienen, pero no es más,  que una forma de exteriorizar,  todo lo que nos agobia o preocupa, y en mi caso, procuro hacerlo, para buscar luego,  su parte positiva, la otra cara de la moneda.

Porque a pesar, de que desees mucho ser madre, cuando llega, no es tan fácil, tiene  momentos duros, complicados, de soledad, de incertidumbre, de renuncias,  de agotamiento, de saturación. Y desde luego, que hay personas que no deberían tener descendencia, porque su comportamiento sobre sus hijos deja mucho que desear.

Pero en la inmensa mayoría,  no cabe duda, de que detrás de cada queja, hay un ser maravilloso, que te colma de momentos únicos e irrepetibles. Por el que yo,  estoy dispuesta, sin que me tiemble el pulso, a sacrificar lo que haga falta. Que me hace ver el mundo y la vida de otra manera.

Que una sonrisa suya, compensa el cansancio acumulado, que uno de sus abrazos consuela al alma, que su voz, es de las cosas más bonitas que he oído jamás, y por el que vale la pena, cada una de esas quejas.

Y seguro,  que seguiré  acumulando quejas,  alegrías, aciertos, errores, sueño, miedos, cansancio, momentos únicos, risas, lágrimas…porque,  como en todos los aspectos de la vida, la maternidad está llena de matices, de colores, de buenos y peores momentos.

Nada es perfecto, y menos mal, así siempre, se puede mejorar.

 

SOSPECHOSO HABITUAL

Lleva unos días rondándome en la cabeza, un pequeño conflicto escolar, que me ha hecho pensar más de la cuenta.

Desde los primeros días de colegio, Tenedor, me había contado que en su clase, hay un niño, que se llama como él, pongámosle X, que pega al resto. Esto en un principio, no me ha parecido nada relevante, ¿qué niño,  no pega, muerde, araña, en un  momento determinado?, pensé que sería algo puntual.

Un día en la fila, recogiendo a Tenedor, le llamé por su nombre, y una madre, me miró seriamente, y me preguntó: ¿qué apellido tiene X?, cuando le contesté,  me dijo:¡ ahh es X “el bueno”!, por un momento, confieso,  que me sentí aliviada de que ese,  fuera el mío, pero ¿qué pasa con el otro?, ¿ ya todo los niños, tienen identificado al malo de la película?

Hablando con otras madres, he descubierto, que todas se quejan de que sus hijos,  aparecen con moratones, provocados por la ira descontrolada, de este pequeño ser de 3 años. Sus patadas, puñetazos, e incluso objetos voladores,  que impactan contra las cabezas del resto de sus compañeros, son los responsables. Una de ellas,  me dice que su hija se despierta de madrugada gritando: ¡no me pegues X, no me pegues!, y se echa a llorar desconsolada. Y que coge la cabeza de las muñecas y las golpea contra la pared, diciendo que eso, es lo que hace con ella, este compañero.

Todos estos hechos, no me infunden nada de tranquilidad, por ahora Tenedor, me ha contado que ve como  pega a sus compañeritos  y que a veces a él también, y con lágrimas en los ojos, me dice que no quiere ser su amigo, porque siempre golpea y hace daño.

¿Qué se hace en estos casos?, ¿es posible que un niño con tan corta edad, ya sea potencialmente peligroso?, ¿es solo una manera de llamar la atención?, ¿una falta total de saber sociabilizarse?

Dicen que tiene un hermano, con siete años, que es el terror de la urbanización, y que se dedica a pegar a todos los niños, ¿será pues el comportamiento de X, el resultado de copiar el modelo que tiene en casa?

¿Qué puede hacer la madre?, Yo en su lugar,  me sentiría muy frustrada y desesperada, sabiendo que estoy en el punto de mira, del resto de las madres por el mal comportamiento de mi hijo.

¿Qué más le podemos pedir a la profesora? No puede aislar al niño, porque el objetivo debe ser,  que se integre y que aprenda a convivir con el resto de la clase sin violencia, pero hasta entonces, ¿debemos callar y aguantar?

Espero que esto se reconduzca y que consiga modificar el comportamiento de este pequeño, porque por un lado, no me apetece estar sufriendo por Tenedor, y por otro lado, me parece muy triste, que un niño desde tan pequeño, ya esté marcado por el resto de compañeros y padres.

Las semanas al sol.

Sentada con la mirada perdida en el vacío, contemplo desde la ventana de mi trabajo, la fría calle y el cielo gris que cubre Madrid.

Las madres corren por la acera, tirando de sus hijos, porque llegan tarde al colegio, una furgoneta aparca en doble fila, para repartir alimentos a una pequeña tienda, una señora pasea con su perro, un grupo de chavales riendo, un abuelo comprando el periódico….todo parece normal…

Pero esa madre, llega tarde al trabajo, además de al colegio, ese, que no entiende su vida familiar, y que tampoco le importa. Uno,  que no sabe si va a perder por los recortes, por ser mujer, o porque sí. Esa madre, que no ha dormido bien, porque los números no le cuadran ( y no los del país, esos no le cuadran a nadie) sino, los que no sabe cómo combinar para llegar a fin de mes. Qué ha tenido pesadillas porque su hermana, vecina, amiga, ha perdido el trabajo. Porque ni por las noches, puede dejar de pensar, en qué clase de país va a educar a su hijo (si es que lo puede educar, porque a este paso, ni estudios le va a  poder dar).

Un repartidor, que no sabe qué día va a ser el último, cuánto tiempo va a poder mantener su trabajo. Qué emprender significa muchas horas de trabajo, de sacrificio, de vida. Significa dolores de cabeza, incertidumbre. Ese,  que acumula facturas por pagar, y también las de cobrar, porque nadie tiene liquidez. Uno, que mira el telediario, mientras come el menú de oferta del bar de siempre, comentando lo mal que está el país, lo que nos roban, mientras hacen la quiniela, con la ilusión de que 15 aciertos salven su futuro.

Esa señora que pasea al perro, mientras piensa, en las No entrevistas de trabajo que consigue, que ha vuelto a vivir con sus padres, porque no ha podido mantener su piso, ni su trabajo, y su dignidad a duras penas. Esa,  que se manifiesta siempre, que grita hasta quedarse sin voz, pero siente que nadie la escucha. Esa,  que se desanima, porque suma años, fracasos, y resta oportunidades, ilusiones, esperanza.

Los chavales ríen entre ellos, hacen bromas, todavía tienen brillo en los ojos, aunque cada vez, son más conscientes,  de la sociedad que les ha tocado vivir, lo ven, en las caras de preocupación de sus padres, de sus profesores. Lo ven en los telediarios, en la tensión del ambiente. Sueñan con tener una oportunidad, estudiar, ser alguien, mientras empiezan a comprender cuántos se quedan en el camino, que van a tener que luchar el doble, hacerse oír.

Ese abuelo,  que compra el periódico por costumbre, que ha vivido los de antes y lo de ahora. Que a su edad, después de sobrevivir a todo tipo de penurias, de trabajar de sol a sol, para que sus hijos tuvieran una oportunidad, ve como todos sus esfuerzos fueron en vano, como sus hijos sufren la ira de la crisis, la pérdida de poder adquisitivo, ellos si,  han tenido un “injusto empobrecimiento”.  Uno,  que llora por dentro,  cuando va a buscar a sus nietos al colegio, y no sabe qué tipo de futuro tendrán. Ese, que con su pensión, le compra zapatos nuevos, y un pijama, para ayudar dentro de sus posibilidades. Ese, que acumula dolores, pastillas, recetas, y tiempo de espera en los hospitales. Uno, que aunque cansado de todo, pide no morir, porque sabe que sus hijos, lo necesitan para poder organizar su vida…qué no quiere envejecer, porque no quiere ser una carga más. Uno, que ya no se puede permitir descansar.

Y yo, vuelvo en mí, a mi ordenador, pensando en la reunión que tengo mañana, donde nos hablarán de ajustes y reorganización de trabajo, y eso nunca suena bien. Qué como muchos estoy cansada de que me tomen por tonta, que aunque sea una simple mortal, con un sueldo de chiste, no quiere decir que tenga inteligencia restringida, que no me de cuenta,  que me mienten, me manipulan, me roban. Juegan con mi dinero, que me gano con mucho esfuerzo, con el futuro de mi hijo, que me piden esfuerzos que ellos no hacen. Que esto no va de un partido político, que da igual el traje que vistan, lo que nos importa es el resultado, que el que se lo merezca, pague por ello. Que dejen de decir falsedades con una sonrisa en la cara, que  no señores, no somos tontos, somos seres humanos que EXIGIMOS un gobierno que trabaje por un bien común, y no por ver quién se hace el chalet más grande, quién desfalca con más gracia, con más cierto, a ver a quién no pillan…

Queremos resultados y los queremos ya, porque esto, señores, es insostenible, lamentable y vergonzoso.

Gracias a todo aquellos, que tienen el valor, de decir lo que piensan, y nos animan a hacer lo mismo, gracias Peinta, gracias Papá Lobo, esta es su conclusión.

 

 

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