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En el lio de ser madre.

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Entre dos tierras

“Entre dos tierras estás
y no dejas aire que respirar
entre dos tierras estás
y no dejas aire que respirar”

Entre dos tierras estoy, y no tengo aire que respirar….

Así me siento últimamente entre Tenedor y cucharita…Siento que ambos reclaman su tiempo, su espacio, y no llego a ninguno de los dos.

Mientras Cucharita llora, para que la coja en brazos, Tenedor se revela, se enfada, y hace todo lo contrario a lo que le pedimos, para llamar nuestra atención… Noto, que no puede controlar sus celos, y eso le lleva a perder el control, a desafiarnos constantemente, en una batalla contra su hermana, sin tan siquiera, él saber de dónde le viene tanta irá, tanta rabia…

Algo en él está cambiando, y no puedo evitarlo…

Su comportamiento se modifica, su personalidad se desdibuja, y a mi, me consume la impotencia de no saber cómo ayudarle a gestionar sus sentimientos, a qué comprenda que sigue siendo importante, que le seguimos queriendo como antes, solo que ahora somos uno más.

Y mientras, yo, me estoy convirtiendo en la madre que nunca quise ser, mi paciencia brilla por su ausencia, me siento perdida y desbordada. Y todos mis propósitos se pierden en el intento.

Me queda la esperanza de que sea una etapa, de que Tenedor, encuentre su nuevo sitio, aprenda a canalizar lo que siente, acepte a su hermana como una igual, y no una rival.

Que entienda que nuestro amor, es incondicional, y que sigue siendo importante en nuestras vidas, y volver a respirar armonía en el hogar.
Estoy tan agotada, que me falta tiempo para todo, incluido el blog, estoy dando vueltas a cerrar también esta parte…

Época de turbulencias, confiando en un buen aterrizaje….

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Un parásito llamado…

Al principio era casi imperceptible, apenas notaba nada, tal vez, una extraña sensación, sin saber identificar cuál era el origen.

Poco a poco ha ido creciendo, tomando forma, ganando terreno. Ha sido lento pero constante, sigilosamente ha echado raíces.

Y cuando he sido consciente de su presencia, ya era demasiado tarde, sin dificultad había avanzado, se había instalado. Instalado en mi casa, en mi vida, en mi propio ser.
Se ha hecho con el poder, me maneja a su antojo, marca las pautas, los tiempos, y sin darme cuenta, obedezco a todos sus caprichos.

He perdido el dominio, la capacidad de decisión, es él, quién dictamina, cuándo, cómo y qué, y yo no puedo más que acatar sus órdenes.

Asumir que he perdido la batalla, que le he dejado alojarse en mi hogar, tomar el mando, vagar a su libre albedrío por nuestra casa, sin oponer resistencia.

Tengo que admitir, que el descontrol se ha apoderado de mi existencia, de mi humilde morada, de mí día a día, y en vano lucho contra él, porque es más fuerte, más preparado, más perseverante que yo.

Aún así, me resisto a conformarme, sé que en algún momento, cuando baje la guardia, cuando se haya confiado en exceso, yo respiraré hondo, me armaré de valor, lo retaré y volveré a asumir las riendas de mi conducta.

Seré yo quien vuelva a marcar las pautas, los ritmos. Seré yo quien tome las decisiones, quien elija, quien mande.

Algún día, de algún mes, de un año indefinido, el control volverá a reinar, y el caos en el que me veo envuelta se disipará, y dará paso a una etapa de orden, sosiego y armonía…

Algún día, mientras tanto, bailaré al son del descontrol, intentado sobrevivir en el intento de seguir sus pasos.

¿ Gestionando hijos?

El jueves tuve la suerte de asistir y digo suerte, porque realmente me pareció muy instructiva, a la jornada de «Gestionando Hijos».

Si lo de «gestionando», quizás suene raro, de hecho no a todos los ponentes les gustaba el título, el debate de si los hijos se gestionan o no, quedó abierto.

Pero dejando al margen la elección del verbo, en lo que todos estamos de acuerdo, es que a los hijos, hay que educarlos, y esa, es sin duda para mí, la labor más difícil, como madre y como persona.

Los hijos, no vienen con un manual de instrucciones (y no vendría mal), así que no nos queda otra, que esforzarnos y aprender sobre la marcha como ser unos padres competentes
Educar no es fácil, complicado trasmitir valores, marcar límites, crear rutinas, hacer de nuestros hijos personas íntegras.

Me quedó grabado, de una de las ponentes: «que nunca los padres habían estado tan agobiados con la educación de sus hijos y sin embargo, nunca había habido unos hijos con tanto déficits».

Ante este panorama un poco desolador, solo cabe preguntar: ¿qué estamos haciendo mal? ¿Cómo puedo mejorar?
Hacer un resumen de tantas horas, podría ser un poco denso, así que os voy a dejar las ideas de varios ponentes con las que me quedo:

Javier Urra:

«Hay que enseñar a los niños a aburrirse, a la soledad, a manejarse en la incertidumbre y en la duda»

La pregunta debería ser: ¿para quién hemos vivido?, y no ¿para qué?

David Cuadrado:

«Es más fácil construir de nuevo, que desmontar hábitos pasados, eso es lo complicado».

«Ser mejor padres para este mundo y para nuestros hijos»

Eva Bach:

«Madres, padres y profesores remando juntos en la misma dirección, sino no avanzamos»

«No me gusta, no significa no vale»

“Hay que confiar en los profesores y apoyar su labor diaria con nuestros hijos. Restablecer su prestigio como profesión.»

Catherin L´Ecuyer:

«El asombro es el deseo para el conocimiento»

«los multitarea son enamorados de la irrelevancia»

“Hay que respetar sus ritmos, vivir el presente, y respetar las etapas de la infancia»

«El consumismo y la falta de límites mata el asombro. No les dejamos desear las cosas, se las damos antes, abrumamos sus sentidos»

«El misterio es una oportunidad infinita para conocer»

Maria Jesus Álava:

«No podemos sobreproteger a nuestros hijos. El mundo no está para servirlos»

«Debemos deja que se defiendan y desarrollen sus propias habilidades»

Maite Vallet:

“Hay que premiar a los niños por sus esfuerzos, y no solo por los logros»

“Mejor marcar consecuencias que castigos. Ante la misma circunstancia, siempre el mismo efecto. A veces el castigo es desproporcionado al hecho, está marcado por nuestro estado de ánimo. La consecuencia está pactada, el niño sabe de antemano lo que va a pasar si hace o no una cosa, él decide, y es independiente a nuestro humor»

Antonio Tobalina:

“Hay que preparar a nuestros hijos para los peligros de la noche. Tienen que saber a qué se enfrentan, y cuáles son las consecuencias de tomar alcohol y otras sustancias. La calle puede tener grandes consecuencias si no se actúa con cabeza»

Fernando Botella:

“Procura coleccionar momentos con tus hijos, no cosas»

“Hay que dedicar a los niños, el tiempo que se merecen»

“La valentía es una actitud. Seamos valientes, para que las cosas pasen»

» La vida merece la pena vivirla con ilusión, talento, valentía, esfuerzo y entusiasmo»

“La vida es chula».

Y podría seguir y seguir, porque fue una jornada, con ponencias cargadas de contenido, de sabiduría, de interesantes conceptos. Una jornada enriquecedora, constructiva. Una jornada con personas con ganas de «saber más para educar mejor», personas comprometidas. Una jornada que repetiría, de la que me llevo muchos conceptos, que espero poner en práctica.

Ser padres es una gran aventura, una gran responsabilidad, vamos a hacerlo con las mejores herramientas, en el centro, nuestros hijos, que son un fin en sí mismos.

Un lustro pasa volando

Un lustro pasa volando, eso pensé mientras veía a Tenedor soplando su vela de sus cinco añazos.

Qué mayores se hacen ellos, que viejos nosotros…

La vida pasa, y pasa rápido, a menudo demasiado, en ocasiones tanto, que no somos ni conscientes de ello…no, hasta que te paras, echas la vista atrás y ves todo lo que ha quedado en el camino…

Vamos a una velocidad de vértigo, y tengo la amarga sensación, de que no saboreamos las pequeñas cosas del día al día, y por supuesto no dedicamos el tiempo suficiente a nuestros hijos, ni a nosotros mismos, ni a nuestras parejas, amigos…vamos, que no tenemos tiempo de calidad para vivir…vivir la vida…

Mi bebé, ya es un niño, ya no cabe en mi regazo, no necesita mi mano para caminar, piensa por sí mismo, habla con soltura, tiene su propia opinión de las cosas, corre, salta, hasta ha aprendido a leer y escribir, va y viene …es independiente…

Y sin embargo, para mí, sigue siendo mi pequeño, aunque sé que se hace mayor, con todo lo que ello conlleva.

Han sido cinco años, cinco años intensos, lleno de emociones, de risas y alguna lágrima, de errores y aciertos, de dudas, de aprender a ser madre…

Cinco años únicos, irrepetibles, cinco años descubriendo mis limitaciones, mi aguante, mis debilidades y mi capacidad de superación.

Cinco años a su lado, disfrutando de sus ojos negros, de sus tiernas manos, de su compañía, cinco años de una nueva vida, esa, que cambia en el mismo instante en que tienes a tu hijo por primera vez en tus brazos…

Gracias mi pequeño, por estos cinco años, gracias por estar ahí, por ser como eres, por darlo todo, por perdonar mis fallos, porque aunque me enfade, al instante me perdonas, porque con una sonrisa tuya borras mi cansancio, porque tus abrazos son mi mayor vitamina, gracias por llenar mi vida.

Te queremos.

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( Nos tranformamos en Gormitis, para su fiesta de cumpleaños)

No soy una experta.

Es así, no soy una experta, no formo parte de ningún gabinete de crisis, no tengo un trabajo, en el que mis decisiones afecten a millones de personas, no cobro un sueldo y un sobre sueldo, por mentir, manipular y jugar a que no me pillen.

No dispongo de tarjetas opacas, bueno, eso, según se mire, porque las mías, se ponen negras, al llegar a final de mes.
No conduzco Ferraris, ni me gasto un sueldo en confeti.

No entiendo de medicina, ni creo protocolos, pero cómo ciudadana de este país, desde mi humilde posición, opino que esto, es vergonzoso.
Qué el tema del Ébola, aunque repetitivo, no deja de ser inquietante, y no sólo, por una posible propagación, sino, porque deja en evidencia, la incompetencia de aquellos, que toman decisiones, que parecen improvisadas y al azar, a un “ a ver qué pasa”…y claro, no pasa nada, hasta que pasa, no muere nadie, hasta que fallece una persona, no ocurre una tragedia hasta que sucede, y no hay una epidemia, hasta que se pierde el control…

Y no me inspira ninguna confianza, la actuación hasta el momento de los órganos competentes, que da la sensación de estar falta de rigor, y lejos de depurar responsabilidades, le echamos la culpa a la enfermera, que puede que cometiera un error, pero no fue el único, sino uno, de muchos que todos vemos.

Parece que es mejor escoger a alguien como cabeza de turco e intentar desviar la atención, para que no miremos, a los que ordenan y mandan, y fallan … y siguen ahí a pesar de todo.
Y no me tomo por un ser alarmista, pero diré, que todo esto me infunde respeto, y si estos dirigentes son capaces de hacer algo bien, este es el momento, y sino, que se vayan a gestionar el protocolo de su colada, y den paso a otros.

No pretendo políticos que no se equivoquen, todos somos humanos, pretendo políticos que asuman fallos y actúen en consecuencia.

¡Qué pereza!

Hay cosas que me dan pereza, es la cruda realidad, y no me refiero a cosas, que impliquen un gran esfuerzo físico o mental, sino más bien, a pequeñas acciones de la vida cotidiana, que de una forma absurda, retraso o evito, aunque sepa, que finalmente, no tendré más remedio que proceder a su ejecución.
Es como si una parte de mí, rechazara su existencia, las ignorara, esperando que por ciencia infusa, aparezcan hechas.
Normalmente, no suelo darle importancia, pero es cierto, que desde que Cucharita nació, me he percatado, que me cuestan todavía más.
He aquí, mi top ten de perezas caseras, están puestas por orden de ocurrencia, aunque haya algunas, más tediosas que otras:
1. Vaciar el cubo de agua después de fregar. Lo sé, suena hasta estúpido, pero reconozco que en ocasiones, han pasado horas, hasta que me he enfrentado a ello.
2. Emparejar los calcetines. Ya el hecho de la colada en sí, me parece bastante aburrido, y lo de juntar los calcetines aún más, sobre todo, los ejecutivos del miso color, que aunque parezcan iguales, NO LO SON.
3. Rellenar los botes. Tanto me vale el azucarero, la aceitera, la jarra del agua. Si, vale, estos son muchas a la vez, pero es que lo de rellenar, es un cansancio.
4. Vaciar el lavavajillas. Sólo diré, que en muchas ocasiones, prefiero fregar por no tener que hacerlo.
5. Deshacer las maletas. Prepararlas ya me supone un esfuerzo, pero llegar a casa y poner lavadoras, y colocar todo en su sitio, me supera.
6. Colocar una bolsa nueva de basura en el cubo. ¿Raro, eh?, pues prefiero bajar la basura que cambiar la bolsa.
7. Pelar el marisco. Es un básico en fechas señaladas, pero yo puedo pasar sin comerlo. Prefiero un jamón de bellota, no obstante si algún buen samaritano, me lo ofrece ya preparado, puede que hasta lo acepte, pero no me veréis pelarlo.
8. Separar las latas del plástico que las une. Lo admito, alguna vez, las he puesto en la nevera, así con todo, y me consta, que no queda bien, al final, acabo quitándolo.
9. Untar las tostadas con mantequilla. Y lo que me gustan, uno de mis desayunos favoritos, pero la pereza que me da, no tengo ese problema con la mermelada, así de extraño.
10. Poner la funda nórdica. La pelea que tengo con el nórdico cada vez que toca cambio, me agota.
Y ahora, sobre todo, me da pereza dejar a mi pequeña en la guardería, solo tardo unos minutos, y ni eso, pero me pesa durante toda la jornada laboral…es verdad, está fuera de las top ten, pero es sin duda, la que más me cuesta.

¿ Es necesario llorar en el cine?

He aquí un post en forma de reflexión, tal vez algo vana, un pensamiento que me ronda en la cabeza, nada profundo, uno de esos que decides expresar un viernes cualquiera, después de una noche sin dormir pasando mucho calor….
Y digo yo, ¿es necesario que en muchas películas infantiles, deba morir algún progenitor del protagonista para potenciar la superación personal?
Ya, así dicho, suena una pregunta un poco extraña…a cuento de nada…pero todo viene desencadenado, porque he llevado a Tenedor a ver : “Dragones 2”…ni que decir que la primera nos encantó, el guión, el mensaje, su protagonista , ese vikingo tan atípico capaz de cambiar las cosas, y como no “desdentado”, un dragón negro, que todos querríamos tener como mascota…con todas estas premisas a favor, allá nos fuimos…
Todo iba bien, hasta que en un punto de la película…( si tienes intención de verla, no sigas leyendo, porque voy a contar lo que pasa….)Hipo encuentra a su madre después de 20 años, y cuando decide volver a su hogar junto a su hijo y su marido, en ese momento de felicidad, los guionistas van y matan a “Estoico”, el padre y jefe vikingo…en ese momento la sala se llena de llantos, de quejas de niños, incluido el mío, que se sentó en mi regazo llorando, y le duró casi hasta el final…hasta a mí, se me escaparan unas lágrimas ( eso, no se debe tener muy en cuenta, lloro a menudo, falta de sueño, hormonas descontroladas…)
Vamos, que fuimos a pasar un buen rato, y se llevó un gran disgusto…me gustaría pensar, que hay otras formas de que los niños aprendan, que se les de una lección de superación personal, de encontrar la fuerza interior, que no sea siempre tras la muerte de un ser querido.
Porque, larga es la lista de películas en las que esto ocurre, empezando por: Bambi, La Cenicienta, el Rey León….incluso en las de princesas como Frozen , por nombrar algunas…
En fin, avisé que era una simple reflexión, y dicho esto, me voy a sumergir en mi jornada laboral, tengan ustedes un buen fin de semana…y si deciden ir al cine…la película no está mal…aunque me quedo con la primera.

Mamá: ¡dame un biberón!

Seguro que los expertos tienen una explicación, que hay estudios al respecto, que me podrían enumerar las causas de ello, pero al final, el resultado sería el mismo: cucharita prefiere el biberón.

Y ahora, me podrían decir, que no se engancha, que no tengo leche, y otras muchas opciones…pero nada de eso es cierto….Yo sigo igual, pero ella, desde que tuvo que comer en biberón, por mi incorporación al trabajo, y por la entrada prematura en su dieta de los cereales, para mejorar su reflujo, paulatinamente, se ha ido inclinando por el bibi, sobre todo en tomas diurnas…

Poco a poco, ha ido rechazando el pecho, hasta que esta madrugada, de forma categórica e inesperada, se ha negado a tomar la toma nocturna, ha llorado, renegado , pegado manotazos al pecho, echándose hacia atrás, hasta que me he levantado a darle un biberón…

Aunque pueda sonar prepotente, no es mi primer hijo, sé lo que es una lactancia, lo que es dar el pecho.
Tenedor se negó al biberón, esperaba estoicamente sin comer, hasta que llegaba del trabajo, y entonces se abalanzaba sobre mí, hasta quedar saciado, y dormía plácidamente. Fue así hasta los diez meses aproximadamente.

Cucharita, nunca ha disfrutada del momento de la comida, y ahora, está dejando claro que prefiere comer en biberón. No sé si por el reflujo o por otras causas, pero la lactancia ha sido poco o nada satisfactoria para ambas.

Y en esta tesitura, puedo elegir entre ponerme todo tipo de carteles de culpabilidad, frustraciones, tristeza, y semejantes, o aceptar la situación, y comprender que todo niño pasa por el proceso del destete antes o después…y a mí, me ha tocado en esta ocasión, antes…puede, que demasiado antes…

¿Disfrutar de la lactancia?

Este no es un post, sobre si es mejor pecho o biberón, de esos, ya hay muchos, y demasiadas discusiones al respecto, en mi opinión absurdas y que no conducen a nada.

Si os preguntáis cuál es mi postura, brevemente os diré, que creo que la leche materna, r es lo mejor para el bebé, pero en caso de no poder o no querer, en este siglo XXI, hay alternativas que garantizan que el bebé crecerá de forma saludable, así que cada una que haga, lo que le parezca, y dicho esto, a lo que venía a contar.

Si bien, no hay dos partos iguales, tampoco dos lactancias, al menos en mi caso.

Con ambos tuve una subida de leche espectacular, mastitis, y dolor, mucho dolor, además de grietas y heridas en los pezones y aureolas, que no hubo Purelan, que las evitara, y con los dos se me cayeron los lagrimones y tuve que morderme el labio, mientras succionaban, y las heridas permanecían.

No fue fácil, requiere paciencia, aguante y sacrificio, pero si se superan esa semana más o menos del terror, luego todo mejora, desaparece el sufrimiento, las molestias, y el momento de alimentar a tu pequeño deja de ser una tortura. He de decir, que con cucharita, las grietas fueron menores, aunque por ello, no menos dolorosas.
Tenedor se enganchó perfectamente, y hacía sus tomas relajado, tranquilo, pausado, era un gusto observar como comía, hasta quedarse dormido , entonces soltaba el pezón, y con una carita de satisfacción plena, se dormía en mis brazos, y me encantaba mirarlo, quedarme así durante un buen rato, los dos, solos…

Lo peor, que no supe controlar mi producción de leche, así que, o tenía a Tenedor o al saca leches, y un congelador lleno de bolsitas de tan preciado líquido.

Cucharita, también se ha enganchado perfectamente, pero a diferencia de su hermano, comía llorando, histérica, pataleando, arañando y pellizcando mi pecho, nunca pausada, sino a trompicones, gimiendo, ansiosa…
Mi pediatra me decía, que sería porque era nerviosa, otro médico al comentarle, que la pequeña no se relajaba al comer me dijo: «los bebés comen para alimentarse, no para relajarse».

Y lo peor, es que si hubiera sido primeriza, puede que me hubiera conformado con esa explicaciones, pero yo sabía que algo no iba bien.

Finalmente cuando Cucharita, empezó a no coger el peso óptimo, me hicieron caso, y como yo intuía, tenía reflujo.
Con la medicación ha mejorado mucho, ya no me araña, ni llora cual posesa, aunque tampoco, come relajada y en sus cuatro meses, NUNCA, se ha dormido al pecho de día, eso solo lo consigue en las tomas nocturnas.

Así que lactancia, no está siendo un momento íntimo y de conexión entre ambas, sino un modo de alimentación, que no parece disfrutar, y que seguiré manteniendo mientras pueda, porque creo que es beneficioso para ella.
En esta ocasión mi congelador está vacío, aprendí a domar mi pecho, no sin dificultad y dolor, porque no quería ser esclava del saca leche.

No sé si he hecho lo correcto, ahora me extraigo, para los momentos en que tengo que darle cereales, para ver si mejora del reflujo, pero carezco de reservas, y confieso que por momentos me he sentido egoísta.
Y aunque las tomas no sean ese momento mágico que se presupone, gozo con ella, en otros muchos, cuando jugamos, cuando me regala una sonrisa, que no tiene igual, y cuando se queda dormida en mi pecho, y yo embobada mirándola, y no quiero soltarla por nada.

Así que, no siempre la lactancia es lo que se espera, ni es oro todo lo que reluce,.
Señoras, señores, disfrutemos de nuestros retoños, que crecen rápido, muy rápido, cada cual a su manera, y con respeto, que aquí lo que cuenta no es el ego personal de los progenitores, sino la felicidad de los pequeños.

Con los dos en casa….

Si algo estoy aprendiendo, desde que llegó cucharita a nuestras vidas, es que no puedo con todo, y que al menos por el momento,  es difícil llevar el mismo ritmo, que cuando solo estaba Tenedor.

Qué el tiempo es relativo, y que no pasa nada, si se lavan los platos unas horas más tarde, se barre a horas insospechadas, se plancha en algún momento indefinido, se quita el polvo, ¿se quita el polvo?, se ponen lavadoras al libre albedrio, y se duerme…se duerme cuando te dejan…

Que es una etapa en la que debo ser más flexible conmigo misma, que no debo exigirme tanto, y que es mejor, respirar hondo, relajarme e ir haciendo lo que pueda, y sobre todo, disfrutar de la muñeca, mientras la escasa baja por maternidad, me lo permita.

Y sé, que tengo abandonado el blog a su suerte, y que comento poco, leo menos, y eso me molesta, pero, también sé, que será temporal, y volveré al redil.

Que si ser madre, se antojaba complicado, serlo por segunda vez, sube el nivel de dificultad del juego, y que hay que pasar muchas pantallas para superar obstáculos, conseguir mejorar tus capacidades y salir victoriosa de los retos.

Y que cuando todo parece en contra, y ambos lloran a la vez, cuando uno duerme y el otro se despierta, cuando das la toma y el otro patalea para que juegues con él, o simplemente patalea porque sí, cuando una mano sujeta la bebé y la otra acaricia al mayor para que se duerma, cuando tienes que salir de casa, y justo mancha el pañal y el mayor tiene que hacer caca, cuando los dos te necesitan al mismo tiempo, y no sabes dónde acudir primero, cuando todo parece imposible de resolver, solo te queda, parar, confiar en que es posible, y reponer fuerzas con un abrazo y un te quiero de Tenedor, y con la tierna sonrisa que cucharita me regala.

Porque cuando el cansancio me posee, cuando las ojeras se convierten en una parte más de mi rostro, cuando ya no sé si voy o vengo…ellos son mi brújula, mi antídoto para el agotamiento, mis vitaminas para seguir…

Y es cierto que la maternidad, a veces, tiene esas cosas extrañas, y nuestros hijos son al mismo tiempo la enfermedad y la medicina, los que nos llevan hasta la extenuación, y los que nos dan la fuerza necesaria para seguir, los que agotan nuestra paciencia, los que nos llevan hasta el límite, y a la vez, nos proporcionan una felicidad indescriptible, nos hacen querer ser mejor personas y no nos dejan rendirnos…

Así que, si sobrevivo a la adaptación, volveré a estar presente en todas mis facetas, como madre, mujer y persona, a partes iguales, porque eso, es lo que somos…

 

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