Esas razones, por las que es duro ser madre…
Este es un post de esos cortos, a modo de pensamiento en voz alta, de los que se escupen sin pensar demasiado.
Fruto de una mala tarde, de un mal día, de una noche en la que te metes en la cama para dormir, y lo que haces es dar vueltas de un lado al otro, sin poder conciliar el sueño.
Qué te sale, después, de que regresen recuerdos no superados, de que respires pena y bebas lágrimas.
Y entonces, empiezas a pesar en todas aquellas razones que tenías para no ser madre, y no son precisamente: dejar de dormir, no tener tiempo para ti, ni para nada, ir con la ropa sucia, no poder conciliar: trabajo,-familia, familia- sueldo, sueldo-gastos, gastos-necesidades básicas, que cambien tus prioridades, y un sinfín de etc., de los que hemos hablado en millones de ocasiones…
No, no son esas, por mucho que también las piense. Esas son las fáciles, las que se superan, las que crean anécdotas, las que compartimos entre cañas, y forman parte de nuestro día a día.
Yo hoy, pienso en esas, que son, para toda la vida. Las que toman fuerza mientras contemplas a tu pequeño dormir, esas, que sabes que te van a quitar el sueño de verdad, esas, que yo sabía que eran mi debilidad, esas, por las que no quería ser madre.
Porque ser madre, es una responsabilidad que a días, me oprime el pecho, me falta el aire, porque hay personas fuertes, capaces gestionar sus emociones de forma racional, y otras como yo, que los sentimientos y las preocupaciones le ganan las batallas (por ahora no la guerra).
Hablo de esas cosas que le van a pasar: se va a caer, se hará heridas, tendrá enfermedades, se enfrentará a retos, unos fáciles otros no, le harán daño, llorará, se sentirá frustrado, perdido. Aprenderá a conducir, irá en coche, saldrá por la noche, se enfrentará al alcohol, a la tentación y curiosidad de las drogas, el amor, el desamor, los estudios, los suspensos,…vamos la vida….
Y la otra cara de la moneda, todo lo bueno y maravilloso que le queda por vivir y sentir. Por esa parte, es por la que merece la pena ser madre, por una sonrisa suya, una caricia, un abrazo, escucharle hablar. La otra, la que me recuerda, que da igual la edad que tenga mi pequeño, siempre sufriré por él, siempre me dolerá el doble que a él, y la impotencia de no poder evitarlo, desvelará muchas de mis noches.
Pero por suerte todos estos pensamientos, solo me visitan en momentos como estos, en los que tengo las defensas bajas, el ánimo perdido.
Qué abro la ventana, y no me gusta el mundo que está quedando para mi hijo, en que me cuestiono muchas cosas, para las que no tengo respuesta.
En un día gris.