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En el lio de ser madre.

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Invocando a mi fuerza de voluntad.

Empieza el calor, el cambio de ropa, de armarios, por cierto,  dichoso momento, el del cambio de ropa, pesado donde los haya. Los armarios parecen no tener fin,  eso no cuadra, con la sensación,   que tengo en numerosas ocasiones, de no tener nada que ponerme.

En  el trabajo, toca decidir vacaciones, ya de paso comentar,  que este verano tengo menos, así lo marca,  las necesidades del departamento, está claro que las personales, no tienen mayor trascendencia…en fin,  que con tanto alboroto, una empieza a soñar, con días de descanso, sol, playa, piscina, montaña….y…bikini???….

He aquí,  el gran conflicto, ¿por qué todos los  años, unos meses antes de las vacaciones nos entra el agobio,  las ganas de perder peso?…qué pasa, ¿el resto del año no cuenta?

¿De verdad creo,  que si durante ocho meses,  mi fuerza  de voluntad,  se ríe de mí, con una bolsa de patatas en una mano, un trozo de tarta en la otra, mientras absorbe una Coca-cola, ahora,  va a comerse una zanahoria, un pescado a la plancha, con un vaso de agua?

¡Ni que fuera nueva! Llevo conmigo misma,  más de 35 años, ya sería hora de afrontar la cruda realidad, que es,  ni más ni menos, que cuanto más interesada estoy en perder algún kilo, más hambre tengo, más ganas de comer lo prohibido me invade, y hasta el aire me hincha.

Si,  llega el verano, y a mis ganas de disfrutarlo, le sumaré el mal humor,  de que no me gusta cómo me veo, odio cualquier bañador que se me ponga por delante, y me molesta enormemente, encontrarme con la báscula todas la mañanas, y que no tenga buenas noticias.

La verdad, es que el efecto vacacional sobre el peso, es digno de estudio. El ser humano,  es así de incoherente, queremos lucir figura esbelta, comer y beber sentados en una terracita, y que los kilos,  se pierdan el fondo del mar.

Pero la realidad, explota en nuestra cara, o en  el botón de nuestros pantalones, recordándonos, que: “quien algo quiere, algo le cuesta “(¡malditos refranes, que daño han hecho a la humanidad!). Así que me hayo al borde del abismo, debatiéndome entre saciar mi hambre, o mi ego en bikini….Y lo peor,  es que la mayoría de las veces, mi ego, muy digno,  se enfada, grita y patalea, pero se deja manipular por la gula, y cae en la tentación .

Amigas, odio las dietas, las limitaciones, los controles, el contar calorías, y sobre todo,  odio no tener fuerza de voluntad,  para llevarlas a cabo, y que ello,  me produzca ansiedad y un humor,  que no me soporto ni yo misma.

Así que,  estoy planteándome ir vestida a la playa, estar morena, está sobrevalorado, sobre todo si no vas a lucir piel, o bien, relajarme , pasar de mi vanidad, y esto es lo que hay, una es como es, y así ,  lo he contado. Y hacerme dueña de un tweet que leí el otro día, que decía algo así:

“Llega la operación bikini, que consiste en comprarme uno más grande”.

Lo recodaré con una caña en la mano, acompañada de una tapita, mientras la brisa marítima agita mí pelo…todo,  no puede ser perfecto….

 

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